Después de dos semanas de mucho lío entre el trabajo y la UNED, vuelvo para compartir con vosotros el inicio de un nuevo encargo de restauración de colección particular. El primer contacto con una obra de arte es uno de los momentos más emocionantes de la restauración, y quiero haceros partícipes de ese entusiasmo.
Se trata de un retrato del siglo XVIII de la escuela francesa, con soporte original (sin forrar), con formato ovalado y un bastidor de madera también original muy bien conservado. El estado de conservación general de la obra es bueno y la pintura está fija y estable; tan sólo requiere un tratamiento de limpieza superficial para eliminar los depósitos de polvo y suciedad, y el aspirado del reverso.
Este diagnóstico, que parece fácil a simple vista, es el resultado de un análisis previo y de las conclusiones de un informe del estado de conservación que debe realizarse antes de empezar cualquier tratamiento de restauración. En este informe se analizan todos los elementos de la obra (soporte, bastidor, capa de preparación, capa pictórica y capa de protección, y el marco si lo tuviera), y se documentan todas las alteraciones existentes. Además es conveniente realizar un mapa de alteraciones del anverso y el reverso, tanto de la pintura como del marco. Por supuesto, se necesitan fotografías iniciales de buena calidad, con distintos tipos de luz: visible, rasante, ultravioleta (útil para detectar repintes y otras alteraciones del barniz), fotografías de detalle, etc. Los talleres de restauración mejor equipados, como por ejemplo el IPCE, tienen laboratorios de documentación técnica donde se realizan radiografías y análisis de reflectografía infrarroja.
Cada elemento que compone la obra nos aporta datos muy valiosos si sabemos interpretarlos correctamente. Poniendo como ejemplo esta obra: el bastidor de madera tiene un travesaño en cruz, con cuñas dobles en las esquinas. Las cuñas se introdujeron en Francia en el año 1754, por lo que la obra ha de ser posterior a esa fecha si no ha sufrido un cambio de formato.
Es necesario empezar a trabajar en la obra para hacerse una idea real de los tratamientos que va a necesitar y el tiempo que nos puede llevar. No hay una receta fija, ni se puede predecir el tiempo de cada tratamiento, cada obra de arte es diferente y única.
La limpieza superficial nos permite un primer contacto directo. Recorrer con un hisopo de manera delicada, nos hace familiarizarnos con toda la superficie pictórica. Con lentes de aumento podemos ver cada centímetro de la obra. Al ir retirando la suciedad de manera controlada, conocemos mejor la calidad de la pintura, sus texturas, sus pinceladas, el estado del barniz, los craquelados, la trama de la tela, la preparación, los restos de barniz oxidado, antiguas intervenciones… Un sinfín de información que permanece en la retina del restaurador y que le facilita la labor en futuros trabajos.
Aquí un vídeo muy breve del proceso de limpieza y algunas fotografías de detalle, espero que os guste, ¡hasta la próxima!
Me gusta mucho, lo explicas fenomenal.
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Muchas gracias Felisa, me anima a seguir escribiendo 😊
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Genial y precioso. Muchísimas gracias por compartir esto con nosotros. Un saludo
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Gracias a ti por el interés, ¡me alegra mucho que te haya gustado! Tengo varios temas nuevos pendientes de publicar por aquí 🙂 ¡un saludo!
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